La Gruta Azul

Este fin de semana la asociación Erasmus organizó un viaje a Nápoles, la costa amalfitana y Pompeya.
El viernes fue lo de la costa Amalfitana, que es esa Zona de Italia donde están las casitas en el acantilado con el típico puertecito con un par de barcas abajo del todo flotando sobre un agua transparentísima. Es una pasada, todos los pueblos están emparedados entre la montaña y el mar, no hay calles sino escaleras. Es un buen lugar donde pasar un mes con un montón de libros sin que nadie te moleste, con razón las casas están compradas por millonarios de todo el mundo.
El domingo fue lo de Pompeya, y estuvo muy bien ya que cogimos una visita guiada. La primera vez que estuve allí fui por mi cuenta y no me enteré de nada. Viajar de manera independiente es mucho mejor que con viaje organizado, siempre y cuando al llegar a un sitio concreto contrates una visita guiada, porque hay cosas que no se pueden hacer leyendo un libro. Es mucho mas ameno un guia porque sabe anecdotas y ya se encarga él de que veas todo. Lo malo es el precio. En Guatemala y Chiapas eso no es problema, aunque al llegar te pidan 20$ regateando te hacen una visita de dos horas por 3$. En Italia eso no vale pero como hicimos un grupo de 23 al final nos salió a 5€ por persona mas de dos horas de visita…mereció muchisimo la pena.
Entre el viernes y el domingo falta un dia: El sabado. Se suponía que debiamos de ver Nápoles, pero como no conocía Capri decidí, junto con un amigo de Madrid coger un barco a la isla. Nuestra meta era ver la Gruta Azul, esta es un bluelist de Lonelyplanet, es decir, una de esas pocas cosas que uno debe ver antes de morir. La primera vez que vi un libro con los bluelist fue en una librería de Chicago. Cuando me enteré de que había estado en Nápoles y que en me había perdido La gruta Azul me dio mucha rabia y desde que me dieron el Erasmus en Roma ir a verla en Capri era una de mis prioridades.
La entrada a la Gruta azul es un agujero de 50 cm. de alto y 1 metro y medio de ancho a nivel del mar en un acantilado, debajo del agua el agujero es mucho mas grande de manera que la luz entra prácticamente toda por debajo, de esta manera el agua ya de por si azul adquiere una tonalidad increíble que no se da en ningún otro lugar del mundo. Lo típico es ir hasta la entrada en barco desde el puerto y una vez allí te montas en una pequeña barca de remos, que es lo único que cabe por la grieta, vas con un barquero tipo góndola y una vez pasas adentro te van metiendo por los canales subterráneos y te cantan una canción si vas con tu novia y todas esas cosas...
En verano pasan por Capri hasta 60.000 personas al día por lo que en la Lonelyplanet dicen que lo peor de la gruta es la masificación. Estábamos a finales de Octubre, casi Noviembre por lo que esperábamos que no hubiera demasiada gente… y así fue.
Llegamos a la isla a las 16:30 y la última lancha a la gruta había ya salido hace 10 minutos, por lo que nos dio mucha rabia ir hasta allí y al final no ver lo principal de la isla. Una opción era ir en autobús hasta la punta norte y ver si desde allí aun quedaba alguna barca sin salir, pero para el tiempo que tardaríamos en llegar allí se habría hecho de noche. Parecía que no había solución pero a base de darle la lata la de la oficina turística nos indicó un tipo en el puerto que nos podría llevar allí. Fuimos a donde estaba este capitán a hablar con él pero nos dijo que para que cuando llegáramos ya no habría barquitas y que su barca no podía entrar por ahí. Y dejo caer que al menos que fuéramos nadando hasta la grieta…
¿Se puede hacer eso? Preguntamos. Si, pero el agua está fría. Nos dijo. Yo pensé que fría para un napolitano significa algo diferente que para uno acostumbrado al agua de Galicia, así que a pesar de no tener bañador aceptamos.
Subimos en la lancha y según llegábamos veíamos las últimas barcas con turistas que regresaban a puerto. Al llegar a la gruta estaba desierta, no había ni un barco alrededor solo una acantilado blanco con un agujero especialmente pequeño sobre el que batían las olas. Daba un poco de miedo.
Me quedé en calzoncillos y me lancé al agua, ¡estaba buenísima! Ni muy fría ni muy caliente, perfecta, hacía más calor dentro del agua que fuera. El agua era azul oscuro porque era muy profunda, debajo podía haber cualquier cosa. Yo dejé todo el dinero y la ropa en el barco, Jose no se fió y se hizo un artilugio con un calcetín y el reloj y dentro metió su tarjeta de crédito y otras cosas para por si acaso el barco se marchaba.
Fuimos nadando hacía el acantilado, al llegar allí por suerte había una cadena para facilitar la entrada y que las olas no te golpearan contra los bordes. Entré yo primero, estaba oscuro y estaba muy nervioso. Los ojos se me iban acostumbrando y empezaba a distinguir la luz que venia desde abajo, desde un fondo de arena blanca, era una luz azul muy bonita, pero no era para tanto. Entonces Jose me dijo que me diera la vuelta y al girarme vi como la luz que venia de la entrada rebotaba en las paredes y en el suelo y que estábamos nadando en temperas azules. Estábamos eufóricos, la sensación del agua calentita, el sonido de las olas golpeando fuera, el silencio de la gruta, el techo altísimo que estaba iluminado de azul y toda la luz que venia desde los pies, los peces que se veían como puntos oscuros…Fuimos nadando y explorando las salas de la gruta, allí había las ruinas un antiguo templo romano dedicado a las Nereidas, las ninfas del mar…